La tierra, sobre la sangre escrita

Intervención de Tomás Alvarez, el 23 de agosto de 2023, tras recibir el premio Peyre Vidal 2023
Gracias, amigos, en primer lugar por vuestra amistad. En el Quijote hay una frase que me parece inmortal: “La amistad –le dice don Quijote a su escudero, Sancho-  es el mayor tesoro que puede tener el hombre
 
El otro tesoro es nuestra propia gente, nuestra propia tierra... Y eso lo sabemos especialmente nosotros, los que nacimos en un lugar pequeño, donde todos somos parte de un mismo colectivo. 
 
Cada niño, cada anciano, cada reguero, cada fuente, cada viejo olmo que se alza a la vera de la senda es parte de uno mismo. Está en nuestro mundo afectivo. 
 
El tañido de las campanas, las cigüeñas de la torre, el florecer de los prados en primavera, el pedrisco… la muerte, la vida, la enfermedad de cada uno de los integrantes del lugar lo sentimos como algo nuestro.
  
Todos formamos parte de un paisaje donde se hallan los orígenes, la amistad, los trabajos, las inquietudes y el amor... Todo forma parte de una unidad vital en lenta y cadenciosa evolución. Todo está tan interrelacionado, que hasta nuestra propia respiración parece un acto inherente a la vida de esta tierra. 
  
La tierra –escribió Eugenio de Nora, un poeta del que ahora se cumplen cien años de su nacimiento- La tierra (repito) la tengo sobre mi sangre  escrita
 
Y quiero destacar que me siento halagado por recibir el premio el mismo año en que lo recibe Celerina, que es vida y memoria de la tierra.
  
Confieso que me sentí emocionado cuando en el Día de las Letras Cepedanas, el pasado 19 de agosto, Poli anunció públicamente que había sido galardonado con el premio Peyre Vidal.
  
Sentí una enorme gratitud, afecto  y emoción… lo confieso, aunque también los premios y los homenajes me dan miedo.
  
Pero pienso que lo mejor de estos homenajes es la posibilidad de transmitir a los ciudadanos una conciencia y un orgullo de pertenencia a una tierra, una tierra a  –la nuestra- abandonada, maltratada… y resignada en exceso.
 
Creo que difundir, defender la memoria y la vida de nuestra tierra es una parte de la lucha por la dignidad del hombre y el futuro de toda la sociedad.
 
En mi caso, este posicionamiento viene de lejos. Es un tema que tengo muy claro, y sobre el que medité especialmente cuando residía en Argentina, y tenía entre mis amigos a intelectuales, como  Ernesto Sábato, comprometidos con aquella sociedad atormentada por la dictadura militar y los desaparecidos.
 
Otro de los amigos con los que compartí en Buenos Aires largas horas fue el historiador Claudio Sánchez Albornoz, exiliado también por su compromiso con una España democrática.
 
Un compromiso y un exilio que realmente sufrió también Eugenio de Nora, el gran poeta español –cepedano- que tuvo que marchar de España poco después de la Guerra Civil, tras publicar su mítica obra Pueblo Cautivo. 
 
Y digo estas cosas porque entiendo que los que sentimos el amor a la tierra tenemos con ella un compromiso.
 
Al finalizar mi vida activa en el periodismo retorné a León, y me comprometí en seguir trabajando por nuestra cultura y por nuestra gente, aunque mi madre me advertía que nadie me iba a agradecer rescatar el viejo cementero que estaba en ruinas junto a la iglesia de Villamejil…
 
Las tapias de aquel cementerio se hundían; la gente tiraba en él la basura y cuando las zarzas alcanzaban dos metros de altura algún alma caritativa les prendía fuego… aquello era la imagen de la decadencia, del hundimiento.
 
La Asociación que impulsé lo primero que hizo fue salvar ese conjunto y colocar ante él un bello crucero de piedra…Había que trocar la imagen de la decadencia en belleza.
 
León hoy es la imagen de la decadencia. 
 
Gobernadas desde la región vecina, las tierras leonesas son la única región histórica de España a la que se le ha negado el autogobierno. Se van las industrias; se le cierran las minas se destruye el empleo, se lleva el centro de Renfe a Valladolid; se lleva el agua de Riaño para la Meseta… y los fondos de los Presupuestos del Estado destinados a la provincia no llegan. 
 
Nos queda el trabajo, pero también la denuncia. 
 
Soy de los que siguen trabajando por la cultura, por defender nuestro patrimonio y nuestra memoria. Soy de los que denuncian que los leoneses debemos tener los mismos derechos que los restantes pueblos de España… 
 
Nuestro paisano Eugenio de Nora fue un poeta que denunció el dolor y la injusticia de una Guerra Civil. Él cuando estaba estudiando en Madrid, criticó a los poetas que hablaban de las rosas y de los ángeles y que no querían ver lo que ocurría en la calle.
  
Como él, afirmo que ningún poeta, ni escritor ni gente de bien tiene derecho a hablar de cultura, ni de responsabilidad, ni de ángeles o rosas… si ignora u oculta lo que le está pasando a su tierra.
 
En la situación actual de la sociedad leonesa… el silencio es complicidad con el expolio histórico y económico.
 
En la sociedad leonesa actual es cada vez más duro trabajar para la cultura, porque las instituciones provinciales y autonómicas no están dando la talla… y el tejido económico está desapareciendo. 
 
Por fortuna, hay vida y fuerza en pueblos y asociaciones. Celadilla es un maravilloso ejemplo. Cada vez que paso por Celadilla de camino a León, siento al lugar como una parte muy querida de mi tierra. Porque he estado aquí, escuchando a sus gentes; he visto como se restauraba su fuente; cómo un viajero alemán plantaba rosas junto a ella; he cruzado sus calles en la primera Marcha de Künig...
 
He hecho amigos de aquí… Por todo ello, para quienes tratamos de hacer sociedad y cultura, casi sin recursos, resulta gratificante que un día una asociación activa y ejemplar de un pueblo como Celadilla nos regale un premio como este
 
Mi admiración y mi gratitud. Gracias por todo ello.

(El premio Peyre Vidal lo concede cada año la Asociación de Intérpretes y Narradores de Tradición Oral y la Asociación Cultural de Celadilla del Páramo (León), y se entrega en agosto, durante las  Jornadas Culturales de esta villa leonesa.)